martes, 5 de enero de 2010

Juan García Suárez "El Corredera" - III - Tercera huida


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Juan García Suárez 
 
"El Corredera"
Tercera huida 
Capitulo - III



      Como sabía que la Guardia Civil registraría toda la zona le propuso irse del pueblo, en su furgoneta,  y trasladarse al barrio de Guanarteme de Las Palmas (la capital de Gran Canaria). Juan García aceptó.  Así que, una noche escondió a Juan en uno de los bidones vacios y lo sacó de Telde. El viaje se efectuó sin contratiempos; sólamente fue detenido en la "Plazoleta de los Reyes" por la Guardia Civil, sin ser detectada la presencia de Juan. Una vez en Guanarteme, se pidió asilo para Juan hasta que pasaran los peligros que lo acechaban. Nadie sabía quién era y muchos empezaron a llamarle entonces Juan ’El Nuestro’.



Muelle de Las Palmas

      Acabada la guerra civil, pidió trabajo en la Fábrica de Pescados y Salazones de la firma 'Lloret y Llinares' en la zona portuaria de  Las Palmas, dónde permaneció desde el año 1939 hasta 1947, figurando en la nómina con su nombre y apellidos.  Allí estuvo, sin ser descubierto, más de diez años.



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      La huida de Juan enfureció a Vicente Trujillo Santana "El Carnicero", uno de los jefecillos de la falange en Telde, pues a Madrid llegaban las noticias de que un "rojo antifranquista y desertor" llevaba años fugado y eso desacreditaba desacreditaba al comité falangista de Telde así que cada noche se acercaba a la casa del "Corredera" donde vivían su mujer y su hija junto a su madre y  hermanas para amenazarlas y practicarles torturas de todo tipo, especialmente las sicológicas así como vejaciones y humillaciones. 


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 Vicente Trujillo Santana, "El Carnicero"

       Este hombre, un elemento del Régimen, creía que Encarnación, la madre de Juan, sabía dónde se escondía su hijo, pero ni ella misma lo sabía y le pegaba para obligarla a "cantar" sobre el paradero del "Corredera".


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      Se cuenta que, desde la calle, escuchaban los sollozos y los gritos de la familia cuando el Jefe de Escuadra,a modo de despedida, les daba culetazos en los pies. Las vecinas, conmovidas por el sufrimiento de la familia, se acercaban a la casa, una vez que la cuadrilla se había alejado, para llevarles algo de comer pues eran muy pobres y no había trabajo por culpa de la guerra. Además, la madre de Juan García apenas probaba bocado porque prefería darselo a sus hijos y nietos.




CONTINUARÁ






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