lunes, 7 de septiembre de 2009

Leyendas Canarias: Amarca

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AMARCA



Se cuenta que, antes de la llegada de los españoles a Canarias, vivió en los montes altos de Icod de los Vinos la joven y bella Amarca.


Se cuenta que Amarca tenía una figura y rostro tan bellos que desperataba la envidia de las demás jóvenes de su poblado.


Un día, intrigado por los comentarios sobre esa joven, llegó a su cueva el joven y hermoso Pelicar, Mencey de Icod, para visitarla y comprobar si era cierto o no lo que se comentaba de ella. Nada más verla quedó enamorado por la belleza de Amarca pero la jóven lo rechazó.


La noticia se extendió y su humilde morada se vió plagada día tras día de jóvenes que venían a ver si podían casarse con ella. 


Pero Amarca, sabiéndose joven, hermosa y deseada, los despreció a todos.


Las gentes de su aldea, y de aldeas vecinas, se preguntaban "¿con quién se casará la joven Amarca?", "¿quién será capaz de romper su corazón?"





Pronto llegaría un nuevo pretendiente, un simple pastor de cabras llamado Gariaiga que también enloquecería de amor y pasión por la chica.  Pero también Amarca lo despreció.





Gariaiga era muy querido  y popular por todos pues diariamente suministraba simpatía, queso y leche de cabra a todos los vecinos. Pero Gariaiga era de débil personalidad y no supo aceptar la negativa de Amarca y, ante ese NO y el tremendo dolor que ello le supuso se arrojó desde lo alto de un barranco. 




Las mujeres culparon a Amarca por su egoísmo y desdén por la triste muerte del querido pastor y la noticia del trágico suceso no tardó en extenderse por todas partes.


Fue tal la presión, la angustia, el dolor y el remordimiento que sufrió la jóven, que desapareció del poblado.



Pasaron días y semanas y nadie supo el destino de Amarca hasta que un anciano contó que una mañana la había visto deambular por las cumbres. 



Caminaba como una sonámbula en dirección al mar y que, sin poder evitarlo ni ir en su ayuda, se lanzó desde lo alto del precipicio hacia las olas.



El anciano contó cómo luchó inútilmente contra oleaje hasta que sus fuerzas flaquearon y las aguas del Atlántico se la llevaron para siempre.


Desde entonces, cuando algún caminante nocturno cruza las cumbres del Teide, puede oirse un lamento extraño y escalofriante, es una débil, apagada y triste voz que parece surgir del fondo de los barrancos. Es la voz de Gariaiga, que eternamente sigue llamando a su amada




 ... Amarca ... Amarca ... Amarca ...






Ilustraciones de: Hermann y Rosinski.

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