Los bulos de las mil momias guanches
Articulo publicado en La Opinión de Tenerife el 28-07-2014
Autor Daniel Millet
El caso de la mujer que dice haber hallado un gran complejo sepulcral recuerda al de 1995, cuando el Gobierno dio pábulo a un presunto investigador y se encontró con que en la cavidad no había nada.
No ha sido la primera vez ni será posiblemente la última que la leyenda de la cueva de las mil momias guanches desata la fantasía en alguna mente ávida de experiencias en el más allá y causa todo un revuelo mediático. Pero a pesar de que la historia se repite, sigue habiendo gente permeable a estas y otras teorías todavía más inverosímiles que, además, piensa que pueden tomarse la justicia por su mano y erigirse en los verdaderos salvadores de las huellas del pasado.
El último caso todavía colea. El Cabildo de Tenerife envía el pasado martes un comunicado de prensa en el que advierte de las consecuencias de ocultar o expoliar hallazgos de interés arqueológico, con multas de hasta 150.000 euros, y lo hace en medio de la polvareda generada en Facebook por una mujer que reside en el sur de Tenerife y que dice haber hallado una cueva, en una primera versión con 700 momias guanches y en una segunda, con más de 800. En medio de sus teorías atropelladas y sin el menor rigor científico ni histórico, Carmen Dolores González se niega, sin embargo, a revelar la ubicación de esa cueva porque no cree en la custodia de las administraciones y porque asegura que es suya, al mismo tiempo que invita a sus cientos de seguidores a subir a los riscos de Ifonche, en Adeje, a buscarla porque es por allí donde asegura haberla encontrado.
El Cabildo, responsable del patrimonio arqueológico insular, y el Seprona de la Guardia Civil, la unidad que colabora estrechamente con la Corporación en este cometido, ponen en marcha el protocolo de control para intentar averiguar qué hay detrás de estas narraciones ilusorias cada vez más comentadas en las redes sociales. Se topan con relatos en los que Carmen Dolores, además de defender que tiene localizada la cueva con más de 800 momias de aborígenes tinerfeños, asegura que ha encontrado mapas donde los guanches ubican otras cuevas sepulcrales, tinajas atravesadas por flechas, cientos de pieles "con muchísima información" y 25 investigadores y un millonario que la ayudan en sus investigaciones. Pero no hay fotos de las momias, ni nombres de los investigadores, ni rastro del presunto millonario.
"Yo lo llamo el síndrome de Indiana Jones", asegura Julio Cuenca, arqueólogo director de la empresa grancanaria Propac, dedicada a las excavaciones y trabajos museísticos. Y Cuenca sabe muy qué significa ese síndrome. En 1995 era inspector de la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias cuando se produjo el bulo más famoso e increíble de la arqueología contemporánea canaria. "Todavía hoy me acuerdo de aquel hombre gordo, el que nos debía conducir ante las cientos de momias, intentando acceder a la cueva. Apenas podía por su corpulencia. Además, ni siquiera era exactamente una cueva, sino un tubo volcánico muy angosto que ya a primera vista no se parecía en nada a las que habían aparecido con restos de aborígenes".
Julio Cuenca recuerda que hasta hubo periódicos de Tenerife que abrieron en portada con "el sorprendente hallazgo de la cueva de las mil momias" y que la noticia recorrió los medios de comunicación de España y algunos en el extranjero. Esa fue la principal diferencia entre aquella historia y la que ahora protagoniza Carmen Dolores González: la de 1995 arrastró a algunas autoridades políticas y los medios de comunicación al más espantoso ridículo, mientras la de ahora está por resolver –la mujer asegura que prepara una rueda de prensa para dar detalles de su extraordinario hallazgo acompañada por investigadores misteriosos– y no ha tenido tanta repercusión porque no ha llegado a tanto.
Tras aquel episodio de realismo mágico de los años noventa estuvo Emiliano Bethencourt, un aficionado a la historia de Canarias ya fallecido que, sin tener formación académica, llegó a ejercer cierta capacidad de influencia entre la clase política local de aquel tiempo. Además, no hacía mucho que había cobrado protagonismo al propiciar el descubrimiento de las Pirámides Escalonadas de Güímar después de hacer una revisión en 1987 de la documentación de su abuelo Emiliano Bethencourt de Miranda, que la había obtenido a su vez de su primo Juan Bethencourt Alfonso, autor de la Historia del Pueblo Guanche (1912).
Alfredo Martín Mederos, doctor en Prehistoria por la Universidad de La Laguna y profesor titular de la Universidad Autónoma de Madrid, traza algunas de las claves por las que Emiliano Bethencourt llegó a semejante farsa. Lo hizo en su estudio Los cimientos de las Pirámides. Estrategias de investigación difusionista en la arqueología canaria. "Tras la localización de las Pirámides en 1988, durante la búsqueda de un supuesto asentamiento templario del siglo XIII al que vinculan la llegada de la Virgen de Candelaria a Güímar, Emiliano Bethencourt formará el Grupo de Investigaciones Brahmanes y Kshatriyas [dos nombres que corresponden a las dos principales castas del hinduismo], que se transformará en junio de 1989 en la Confederación Internacional Atlántida".
En ese trabajo aparece la explicación que dio entonces Emiliano Bethencourt sobre el nuevo nombre y el fin de esta organización. "Nosotros estamos convencidos de que Canarias formó parte de la Atlántida y de que los primeros guanches fueron primitivos atlantes. Por eso hemos creado esta Confederación, con el propósito de investigar los orígenes de los pueblos que bordean el Atlántico en busca de unos orígenes atlantes comunes".
La Confederación Atlántida empieza a darse a conocer gracias a sus conclusiones sobre las Pirámides de Güímar, también conocidas como Majanos de Chacona, y el eco que encontraron en las páginas de contenido esotérico que se publicaban en la prensa tinerfeña de entonces. "Durante seis meses, hasta el final de 1990, se tratará insistentemente en los periódicos locales el presunto carácter aborigen de las Pirámides Escalonadas", señala Mederos, que añade que sin embargo los historiadores creen que estas teorías carecen de una descripción detallada y de rigor científico.
Una turista noruega entrega en Oslo una fotocopia de uno de aquellos artículos de las secciones esotéricas sobre las estructuras güimareras al famoso investigador y aventurero Thor Heyerdhal, que las ve desde el primer momento como algo mucho más complejo que una simple finca, lo que se creía que eran hasta entonces. Heyerdhal viaja a Tenerife en varias ocasiones para visitar los Majanos de Chacona, se rodea de algunos investigadores locales y promueve un estudio profundo para conocer su procedencia, no sin innumerables obstáculos para conseguir los permisos y en medio de una polémica sobre si merecía realmente la pena realizar prospecciones arqueológicas en unas estructuras que algunos historiadores ven como algo sin mucho valor.
La fascinación de Thor Heyerdhal es tozuda pero la de Emiliano Bethencourt y los suyos, más. La diferencia es que el primero tiene los pies en la tierra y prefiere las cosas bien hechas, mientras los segundos están dispuestos a cualquier cosa con tal de imponer unas ideas preconcebidas.
Además, a medida que se van conociendo los resultados de las investigaciones que promueve Heyerdhal se van desvaneciendo las tesis atlántidas. La hipótesis oficial apunta a un complejo con dos Pirámides principales para uso agrícola en ningún caso anterior al siglo XIX –o sea, muy posterior a la Conquista de Canarias– que tiene, eso sí, la gran peculiaridad de haber sido realizado de tal manera que hace de calendario astronómico. Los propios muros de piedra marcan la llegada del solsticio de verano y de invierno de una forma extraordinariamente precisa.
Los sondeos arqueológicos concluyen que allí no hay restos guanches originales de ese lugar, sino algún trozo de obsidiana y algún fragmento de cerámica aborigen procedentes de otra zona cuyas tierras se utilizaron para el relleno de estos majanos. Sí se hallan innumerables pruebas de que lo que había eran plantaciones, principalmente de cereales, así como cerámica popular, lozas, clavos, tapones de cristal e incluso un sello de plomo que lleva la fecha de 1842.
Las conclusiones chocan frontalmente con el mundo guanche que habían construido Emiliano Bethencourt y sus adláteres. "De confirmarse el carácter aborigen de las Pirámides que defendemos, esto podría cambiar la historia de Canarias e, incluso, del mundo, ya que Canarias podría ser el eslabón entre África y América", aseguró Bethencourt semanas después de que en 1991 comenzaran las prospecciones sobre el terreno.
Al margen completamente de los trabajos y convertido en diana de las mofas de algunos historiadores, Bethencourt trata de aportar datos que favorezcan su teoría guanche presentando una quincena de fragmentos cerámicos aparentemente procedentes del entorno de las Pirámides. Los arqueólogos los analizan y aseguran que no hay ni un solo indicio que los vincule con los guanches de esa zona de Tenerife y que, por lo tanto, no aportan absolutamente nada. "Si se descubre algo, la gloria se la llevarán otros, pero si no hay nada, todos los palos, como ahora, irán sobre nosotros. Y ya nos hemos llevado palos de todo el mundo, incluida la Universidad. Nos han llamado impresentables y muchas cosas más. Y encima viene el gran científico y todo el mundo aparece en la foto menos nosotros", se queja amargamente el atlántido mayor, que insiste en que "aquello que hay debajo va a ser un descubrimiento colosal que va a cambiar la historia de la humanidad".
El periodista Félix Rojas sabe muy bien quiénes fueron Emiliano y los demás miembros de la Confederación Atlántida. "Emiliano era un tipo fantasioso, que quería llamar la atención. Pero tenía habilidades y era astuto. Había estado en el mundillo sindical, conocía a mucha gente... En la Confederación llegó a haber unas 60 personas", recuerda.
Rojas señala que incluso el Cabildo, que mantuvo varias trifulcas con la Confederación Atlántida, llegó a reconducir la situación. Las relaciones fueron fluidas en 1991 hasta tal punto que el líder atlántido se vino arriba. "La campana de cristal en la que se cobijan los científicos e iluminados se está resquebrajando con la participación de gente preparada y autodidacta", llegó a decir Emiliano Bethencourt, un idilio que despertó no pocas críticas entre los investigadores, que acusaron al consejero del Cabildo, Antonio López, de haber perdido el norte y dar pábulo a meros aficionados con una clara tendencia a la fábula.
El periodista José Gregorio González, que colabora con infinidad de medios de prensa, radio y televisión, y es autor de libros como Canarias mágica, Canarias misteriosa, Las reliquias de Hitler o Grandes enigmas del cristianismo, así como el también periodista e investigador Fernando Hernández se acuerdan muy bien de lo que pasó después, cuando Emiliano y los suyos quedaron definitivamente relegados pese a ser indirectamente los que pusieron sobre la pista a Heyerdhal del complejo güimarero. De hecho, también quedaron totalmente al margen de las obras para la creación del Parque Etnográfico de Güímar, que comienzan en 1993 y se prolongan hasta 1997.
Fernando Hernández recuerda que antes del gran bulo de 1995 hubo un primer intento de llamar la atención. Lo recoge el propio Alfredo Mederos en el artículo mencionado, publicado en el Anuario de Estudios Atlánticos. Emiliano Bethencourt sorprende con una primicia a una redactora de la revista esotérica Espacio y Tiempo: "Se han encontrado dos esqueletos en las Pirámides de Güímar que, para mí, son los guardianes de la otra puerta. Pues bien, como primicia te diré que detrás de un muro hay una gran cantidad de momias que quizás sean la dinastía completa de todos los reyes [menceyes] de la zona. Nosotros tenemos nuestro informe y sabemos qué hay debajo".
No era la primera vez, aunque sí la ocasión en la que lo dijo más claro, que hablaba de una cueva cerca de las Pirámides, en el barranco de Badajoz. "Una vez encontramos una cueva tapada por una tubería, en uno de los vértices de la pirámide. En ella había un túnel taponado. Destaponamos ese túnel y avanzamos diez metros prácticamente bajo la pirámide. Pasados esos diez metros encontramos una pared de piedra y decidimos no seguir adelante. En otra ocasión se había perdido unos niños y por eso la gente del pueblo decidió taponar la cueva. Lo que hay allí dentro lo conocemos por otras fuentes", comentó.
¿Por qué estos casos solo pasan en Tenerife? El arqueólogo Julio Cuenca lo tiene claro: "Por la fascinación que ha creado en el imaginario de los tinerfeños la leyenda de la cueva de las mil momias". Precisamente hace cuatro años se publicaba La cueva de las mil momias, un libro mitad investigación y mitad novela, escrito entre otros por Antonio Tejera Gaspar, catedrático de Arqueología de la Universidad de La Laguna (ULL), que profundiza en las crónicas antiguas que apuntan a que pudo haber una gran cueva sepulcral en Herques, Güímar, que nunca se ha hallado ni hay rastro de que existiera. "Es probable que pudiera haber existido una cueva con muchos restos de guanches en el límite de los menceyatos de Abona y Güímar. Viera y Clavijo habló de un millar de momias y por eso se usa esa referencia pero no tienen por qué haber sido tantas ni tampoco estar en una sola cueva", aclara Tejera.
Tejera Gaspar y Cuenca coinciden en que es muy probable que existan en las Islas cuevas inexploradas o ya expoliadas con restos aborígenes pero nunca ha aparecido una como la que dijeron haber encontrado Emiliano Bethencourt y Carmen Dolores González. "El peligro es que hay gente que lleva más allá estas teorías, se mueven al margen de la actividad científica, infunden desconfianza entre la población sobre la labor de investigación, protección y custodia de las administraciones y las universidades, y llaman a potenciales expoliadores o a simples curiosos a buscar nuevos restos, con el consiguiente peligro de que destruyan un posible yacimiento de gran valor. La historia del expolio y el vandalismo contra los restos del pasado en Canarias es muy larga y abundante", apunta Cuenca, que sabe lo que significa descubrir una cueva con restos aborígenes, algunos incluso momificados. "Entré en una de Guayadeque, en Gran Canaria, en la que nos encontramos múltiples restos óseos y algunos esqueletos momificados, unos de pie y otros acostados. No eran un millar las momias, ojo. Seguro que hay más pero gran parte han sido expoliadas o han quedado ocultas por derrumbes naturales, actividades agrícolas o trabajos urbanísticos".
El arqueólogo director de la empresa grancanaria Propac no entiende todavía hoy cómo conociendo al personaje ocurrió lo que ocurrió. Todo se desata una mañana, de repente, cuando Emiliano Bethencourt se planta en la comisaría de la Policía Local de Güímar para anunciar que ya sabe dónde está el Santo Grial de la arqueología canaria. Da detalles de que en una cueva hay cientos y cientos de momias, que además hay restos de cerámicas, prendas y utensilios de la cultura guanche, y que el hallazgo revolucionará la historia de Canarias y del mundo.
Los policías, estupefactos, no saben qué hacer con aquella denuncia. Consultan a sus mandos y el asunto llega finalmente al mismo alcalde, que en aquel 1995 era el socialista Rigoberto González. Éste a su vez avisa al director general de Patrimonio del Gobierno de Canarias, Juan Carlos Domínguez. "Se lo advertí sutilmente al director general", recuerda Julio Cuenca, inspector en ese momento a las órdenes de Domínguez. "Le puse en preaviso de que aquello tenía muy mala pinta, más teniendo en cuenta de quién se trataba, pero él me contestó: ¿Y sí es verdad?".
El alcalde y el director general llegaron hasta proyectan un convenio que había exigido el responsable de la Confederación Atlántida a cambio de dar la ubicación exacta de la mayor cueva sepulcral jamás encontrada en Canarias. Los restos debían quedarse en Güímar y se construiría un museo para albergarlos, investigarlos y clasificarlos. Bethencourt estaba eufórico. Había sido entrevistado por el mismísimo Luis del Olmo. Mientras, la comunidad científica aguarda con incredulidad y los periódicos informan sobre el presunto hallazgo con grandes alardes tipográficos.
"Una vez que se estableció el convenio, me enviaron desde Gran Canaria a Güímar para verificar si aquel anuncio era cierto. Recuerdo la enorme expectación que había en Tenerife, las cámaras de televisión, los artículos en los periódicos, los gastos que supuso todo aquello para las arcas públicas...", rememora Julio Cuenca. Lo primero que le sorprendió, ya en Güímar, fue que quien les iba a conducir a la famosa cueva no era Emiliano Bethencourt, sino un tal Francisco Perera, que había escrito con él y con Francisco De Luca el libro Las Pirámides de Canarias y el Valle Sagrado de Güímar.
La cueva estaba en el barranco de Badajoz. "Nada más llegar vi que era un tubo volcánica por cuya entrada apenas cabía una persona de complexión normal. Entramos como pudimos y buscamos por todos lados. Allí no había ni un minúsculo resto de cerámica guanche, ni huesos, ni prendas, ni utensilios, ni nada. Aquello fue un fiasco mayúsculo". Emiliano y los suyos pusieron todo tipo de excusas: que les habían informado mal, que se había producido un derrumbamiento que ocultó los restos, que allí debió haber algo pero se lo había llevado alguien...
Carmen Dolores González, apoyada por centenares de seguidores en Facebook, sigue a lo suyo, defendiendo que ha hallado una cueva de más de 800 momias en Ifonche, Adeje, pero sin decir exactamente dónde. "Soy consciente de que muchas personas tienen dudas de mi verdad, porque lo que está pasando es muy grande. Hemos vivido conformándonos y confiando en lo que nos han contado y por ello nunca hemos creído que se ocultaran tantos tesoros de la civilización guanche. Mi descubrimiento traerá una verdad a Canarias que destapará todas las mentiras existentes y que con ese acto el pueblo se va a enfadar mucho", escribió ayer en la red social.
1 comentario:
Gracias por este artículo. Gracias a él he podido documentarme para realizar este vídeo.
https://www.youtube.com/watch?v=jpOeQVFQv7s
Por supuesto que las fuentes están en la descripción.
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