lunes, 17 de enero de 2022

Francisco García-Talavera, geólogo, paleontólogo y explorador

 

                           Francisco García-Talavera en la biblioteca de su casa. | FOTO TATO GONÇALVES

Artículo recuperado de la revista digital PELLAGOFIO numero 73 de marzo de 2019

Entrevista;  Yuri Millares

FOTO: TATO GONÇALVES 

 

“Por historia y hasta por genética somos macaronesios, pero no tenemos conciencia de serlo”, dice durante la entrevista en la que habla de sus últimos libros, así como del origen de los primeros habitantes de las islas Canarias y el poblamiento del continente americano por canarios obligados a emigrar en los siglos posteriores a la conquista. [Versión extensa de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 73 (2ª época, marzo 2019)].
 
 Su último libro, Macaronesia, historias y leyendas, comienza a distribuirse por las librerías de Canarias. Desde su paso por el Instituto Español de Oceanografía y, después, por el Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, donde ha sido muchos años director y conservador, ha participado en numerosas campañas científicas tanto en las aguas como en la tierra firme de un espacio geográfico que se llama Macaronesia que, con esta publicación, pretende contribuir a la “hermandad de todos sus pueblos isleños”.
 
La Laguna nos recibe con lluvia y sol como preparándonos para conocer en persona al protagonista de numerosas campañas científicas por la cercana costa africana, la Macaronesia, Galápagos, la Antártida… ¡qué se yo! Entre miles de libros, máscaras africanas y otros recuerdos de viajes que sólo podemos imaginar, escuchar a Francisco García-Talavera es visualizar tanta diversidad cultural. Las fotos, cómo no, en su ingente biblioteca 
 
–Un territorio al que muy pocos de sus habitantes son conscientes de pertenecer. Para empezar, ¿qué es la Macaronesia?
 
–Es un conjunto de archipiélagos situado en el Atlántico oriental constituido por Azores, Madeira, las islas Salvajes (unas pequeñas islas más cerca de Canarias que de Madeira, exactamente a 90 millas al norte de Tenerife y a 160 millas de Madeira, pero que administrativamente pertenecen a Portugal) y después Canarias y Cabo Verde.


 

–¿Qué tienen en común?

–Comenzaron a llamarse Macaronesia a partir del siglo XIX, cuando el botánico Philip Barker Webb (coautor, junto a Sabino Berthelot, de la magna obra Historia Natural de las Islas Canarias) empezó a utilizar el término, apoyándose en los archipiélagos que ya habían sido nombrados en el Pacífico como la Melanesia, la Polinesia, la Micronesia y, en el Índico, la Indonesia. La etimología de Macaronesia es griega, viene de makáron que significa felicidad o bienaventuranza, y nesoi, que equivale islas. Por eso Polinesia (muchas islas), Micronesia (islas pequeñas), etc.

–Entonces somos…

–Somos macaronesios, unidos por la geografía, la historia, la cultura y hasta la genética y, como bien dices, desafortunadamente no tenemos conciencia de pertenecer a esta región interesantísima no sólo por sus valores biogeográficos (como la existencia de la laurisilva, que también hubo en Cabo Verde aunque la perdió, y de otras muchas especies de flora y fauna), sino bioestratégicos, como explico en el último capítulo de Macaronesia, historias y leyendas, un libro escrito pensando en la población que habita en estos archipiélagos hermanos, para que nos conozcamos un poco mejor.

–¿Somos sólo islas en medio de un océano, o también una prolongación más benigna en lo climático del gran desierto que tenemos… al lado, delante, detrás?

–Estamos enfrente, pero no tenemos nada que ver desde el punto de vista geológico, porque son islas surgidas de erupciones submarinas… y también, afortunadamente, en lo climático.

 –¿…Y en lo cultural, histórico, comercial?

–Desde otros puntos de vista, por supuesto que sí. Canarias es el archipiélago más cercano, estamos sólo a 96 kilómetros desde la punta de la Entallada (en Fuerteventura) a Tarfaya (Cabo Juby, en Marruecos). Precisamente en una expedición a esa localidad en 1985, hablando con pescadores de allí, aseguraban que en días muy claros veían las montañas de Fuerteventura. Casualmente, cuando estuve en la presentación del libro en Las Palmas de Gran Canaria [a finales de enero] vi Fuerteventura. Nunca antes la había visto. Y estando en Fuerteventura, isla que estuvimos recorriendo durante cuatro años un equipo científico del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, cuando dirigía la elaboración de la Carta Paleontológica en un convenio entre los cabildos de esta isla y de Tenerife, tampoco llegué a ver Gran Canaria.

–En Las Palmas hay un dicho popular que dice “si se ve Fuerteventura, lluvia segura”.

–Ah, mira. Pues eso fue hace poco, estaba el día clarísimo y le pregunté al taxista “¿eso qué es?” Y me dice: “Fuerteventura”.

–Yendo al libro, ¿qué hay de ciencia y qué hay de mitos en él?

 –Más que mitos, he escogido algunas cosas curiosas de cada archipiélago, como las monedas púnicas halladas en Azores, o los guanches llevados a los ingenios azucareros de Madeira. En el caso de las monedas que aparecieron en la pequeñita isla de Corvo (una de las más occidentales de las Azores, junto con Flores: ambas que se están alejando del continente porque están al oeste de la cordillera central atlántica y las placas tectónicas las están desplazando hacia América; mientras que el resto del archipiélago se está desplazando hacia el otro lado), unos expertos numismáticos las vieron y comprobaron que eran púnicas, o sea, cartaginesas. Hay quien no está de acuerdo, pero es muy posible que un temporal arrastrara a alguna nave fenicia o púnica hacia el interior del Atlántico, porque esos pueblos eran grandes navegantes y bordearon Portugal para dirigirse al norte hacia las Casitérides en busca de estaño. Mucho más tarde, fue así también como los portugueses descubrieron las Azores.

–Ah, toda una casualidad.

–Muchos de los descubrimientos portugueses se debe a sus embarcaciones y su pericia como navegantes. Tuvieron mucha influencia en Canarias, sobre todo después de la conquista. Por eso digo que la influencia portuguesa creó lazos genéticos en la Macaronesia. Muchos Gómez, López y González de Canarias son apellidos portugueses castellanizados (hay casi un centenar y medio). De Madeira y de Azores vinieron muchos, pero también del continente: fue el principal contingente de colonos que llegó después de la conquista, cuando la mayoría de los conquistadores siguieron para América o regresaron a España.


 

 “Quienes se quedaron fueron los que ayudaron a los conquistadores aquí, por ejemplo, los canarios (guanches de Gran Canaria) que contribuyeron a la conquista de Tenerife y fundaron Los Realejos; también muchos guanches de Tenerife los llevaron a Gran Canaria, en la política de aculturación y desarraigo que se llevó a cabo por parte de los conquistadores. La prueba lo tienes en apellidos como Tacoronte (localidad de Tenerife), que abunda hoy más en Gran Canaria, y Oramas, que hay más en Tenerife cuando procede de Doramas en Gran Canaria. Los colonos que vinieron después eran, principalmente, portugueses, porque el principal motor económico una vez acabada la conquista de Canarias fueron los ingenios de azúcar y ellos eran grandes especialistas.

“Los portugueses descubrieron Madeira en 1419 y llevaban ya años cultivando caña de azúcar cuando en 1483 se acabó de conquistar Gran Canaria, después La Palma y en 1496 Tenerife, las islas más pobladas (el archipiélago se tardó en conquistar casi un siglo). En ese lapso de tiempo los portugueses hacían razias en Canarias en busca de mano de obra esclava para sus ingenios en Madeira, islas que estaban muy poco pobladas. Junto a los cautivos guanches también se llevaban ganado (cabras). Muchos de estos esclavos se convirtieron en maestros en sus oficios y sus hijos y nietos volvieron a Canarias tras la conquista, ya con nombres y apellidos portugueses, con el gran contingente de trabajadores portugueses, sobre todo de Madeira, que vinieron a los ingenios azucareros. Otros guanches fueron empleados en Madeira y Porto Santo como pastores. El colectivo de guanches en Madeira llegó a ser tan numeroso que, a finales del siglo XV, representaban un problema y recibieron una orden de expulsión. Es algo que no se conoce mucho.

–¿Más curiosidades?

–Otra cosa de la que hablo en el libro es del Garoe, como llamaban al árbol santo de El Hierro los primeros que escribieron de él (y no Garoé). Este término lo comparo con la palabra con garúa o garuja, esa lluvia muy fina que en portugués medieval se llamaba garuja, expresión que escuché por primera vez (aunque en algunos sitios de Canarias también se utiliza) en una expedición a las islas Galápagos, cuando me decían “ahora es la época de la garúa”. ¿Qué garúa?, pregunté yo. “Esa lluvia muy finita”, me dijeron. Enseguida lo asocié con el Garoe: creo que es la primera vez que se asocian estas dos palabras que, a mi entender, están relacionadas.

–La huella de nuestra pisada isleña y su afán como investigador van mucho más allá del lugar donde nos ha puesto el mapa. ¿Dónde no ha habido canarios en el continente americano? Porque usted ha llegado más allá en su búsqueda de las habituales citas de canarios en Cuba, Venezuela, Uruguay o Florida (en Estados Unidos).

–No hay país americano donde los canarios no hayan dejado su huella. Han estado en todos lados, lo que pasa es que los más conocidos son esos. No es muy sabido que en Santo Domingo hay un barrio que se llama San Carlos de Tenerife, una población cerca de la capital fundada por canarios que llegó a tener miles de habitantes y después fue anexionada a la ciudad. Y como esa, varias poblaciones de la República Dominicana, Puerto Rico y otros países del Caribe. En el siglo XVIII se llevaban canarios por orden real para repoblar territorios y contrarrestar que se extendiera el poblamiento que, como en el caso de la isla La Española, hacían al norte los franceses (la actual Haití). En Uruguay, Montevideo lo fundaron familias canarias en 1724 para contener el avance de los portugueses del sur de Brasil (Colonia de Sacramento).

–Desde algo tan simple y dramático como huir del hambre hasta el “impuesto de la sangre”, ¿cuántas o cuáles han sido las causas que han llevado al canario a emigrar atravesando el Atlántico?

–Esas han sido las dos causas principales. El hambre o, más bien la escasez, es la principal, que coincide con las oleadas migratorias que provocan los cambios de ciclo económico de los monocultivos (el azúcar, la orchilla, el vino…). Y las migraciones forzadas por razones estratégicas, de la que se beneficiaron también las élites canarias que eran las que exportaban y por cada 100 toneladas de producto debían llevar cinco familias canarias. Esa doble necesidad, repoblar y la escasez de recursos en sus islas, llevó a los canarios a tierras americanas.

–Si miramos en dirección contraria a la de nuestras migraciones y mestizajes: también llegamos por mar a Canarias desde el continente africano. ¿Cuál fue ese recorrido previo? ¿De dónde vinimos?

–Eso lo cuento en otro libro, Guanches ayer, hoy canarios. Aunque Canarias no tiene nada que ver desde el punto de vista geológico con el continente africano, en lo antropológico, etnográfico y lingüístico está más que demostrado que los guanches son de origen líbico-bereber y procedían del vecino continente. Yo llevo años empleando ese término (y no el de bereber o amazigh solo), porque en la época de los faraones, en el antiguo Egipto, ellos llamaban libios a todas las poblaciones que estaba al oeste del Nilo, lo que coincide ahora con el Magreb hasta el Atlántico, todo ese norte de África.

“Los libios eran unos guerreros bastante importantes y sufrieron también la necesidad de emigrar hacia el este en dirección al fértil Nilo 4.500 años atrás por la desertización del Sahara, que hace 9.000 años era un vergel. Ramsés II que fue el que más peleó con los libios y casi siempre les ganaba las batallas porque sus ejércitos estaban mejor organizados y mejor armados. Pero las oleadas siguieron y consiguieron establecerse en el norte de Egipto, llegando a haber dos dinastías líbico-bereberes, la XXI y la XXII, que reinaron durante dos siglos. Una relación que, en sentido inverso, podría explicar las momificaciones entre los guanches: los que llegaron a Canarias fueron libios que se desplazaron hacia el oeste, hacia una costa que podía ofrecer más recursos que el interior en plena desertización.

“Mi hipótesis es que ellos llegaron por sus propios medios hace más de 3.000 años con embarcaciones rudimentarias, al menos al principio, a que incluía al Fuerteventura y de ahí a Lanzarote (que hace 20.000 años, por cierto, eran una sola isla de cinco mil kilómetros cuadrados que incluía al archipiélago Chinijo, pues el nivel del mar estaba 120 metros más abajo en ese momento de la última glaciación, que cubrió el norte de Europa bajo un casquete de hielo de dos kilómetros de espesor). Y desde estas islas pasaron, sucesivamente, a las otras en un primer poblamiento. Inscripciones líbico-bereberes hay en todas las islas, que es el tifinagh que evolucionado utilizan ahora los tuaregs.

–Terminamos, un recuerdo dulce entre tantas expediciones y viajes.

–Tengo muchos, pero un recuerdo dulce y emocionante para mí ocurrió en Uruguay, cuando en Montevideo, invitado por la Sociedad Islas Canarias, di una conferencia sobre las relaciones de Canarias con América y la fundación de Montevideo, a la que fue mucha gente mayor: ver a aquellas señoras tan receptivas y emocionadas, con lágrimas en los ojos, me conmovió. El canario, cuando está fuera, siente una añoranza muy grande y cuando piensa en su tierra se emociona. Pues yo sentí eso.

 Podrán encontrar este articulo en:

Revista digital Pellagofio

 

 

1 comentario:

fairleeradcliff dijo...

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